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En 1894, el joven violinista Narciso Garay lamenta la ausencia de "compositores nacionales" en nuestro país y clama por la necesidad de "un Chopin que depure los aires nacionales", a la vez que admite que la única forma de hacerlo es a través del "trato constante con los autores clásicos y los modernos más renombrados para procurar asimilarlos a la esencia de la belleza musical". Garay, quien pertenecía a una familia de artistas profesionales (nieto de un fino escultor y ebanista e hijo de Epifanio, el pintor), pone sobre el tapete las dos alternativas que habrían de constituir la encrucijada para los músicos colombianos de este siglo: el universalismo y el nacionalismo. Si nos preguntamos qué sabían hacer los profesionales (o los aficionados) de la música hace cien años, tenemos que responder que sabían más o menos tocar instrumentos y que estos eran viejos y la mayoría obsoletos y sin mantenimiento. Habían oído poco a Beethoven y Schumann y probablemente nunca a Wagner. Los pianistas sabían de Henri Herz y Chopin, algo de Listz y los otros instrumentistas iban sólo un poco más allá de las partes de partituras de opera. La escuela que conocían en cuanto a la música europea era la de la ópera y la música de baile. Su tradición era la de la música religiosa, trisagios, lamentaciones y salves que balbuceaban en el estilo del Stabat Mater de Rossini y alegres villancicos, remanente de la cultura colonial, que acompañaban con bandolas y guitarras y que cantaban con entusiasmo y hasta con verdadera convicción religiosa. Así pues ¿cuál universalismo y cuál nacionalismo? El primero apenas si lo conocían y el otro estaba apenas en ciernes.

Nuestra Historia

Lo cierto es que sólo a comienzos del siglo XX se comenzó a conocer un repertorio internacional de música europea diferente a la de baile o a las transcripciones de trozos operáticos para piano, de marchas y piezas brillantes para banda y sencillas obras instrumentales de autores que hoy no figuran en ningún diccionario. La música local tenía el pasillo como bastión instrumental, para piano y grupo de cámara, y el bambuco como modelo de canción. Pedro Morales Pino había iniciado nuevas tendencias, adoptando la estudiantina de cuerdas española como formato instrumental y la poesía de inspiración culterana como texto. Igual hizo Emilio Murillo al usar el ropaje virtuosístico para sus pasillos y en respuesta a las quejas de Garay y otros muchos. Los pasillos y bambucos, predilectos de las tertulias y cenáculos literarios, constituían "la música nacional", que para muchos era la música por excelencia, la única que había.  En la vieja Santafe de Bogota, por allá en los años 1920 al 1937 , se creo la estudiantina Lira Rossini. Conformada por los hermanos: Romero Alvarez , miembros de una familia Bogotana de la época y algunos otros amigos estudiantes, para esa época ya definidos los estilos locales como el pasillo, bambucos, torbellinos y las rumbas criollas . teniendo gran influencia las músicas españolas mezcladas con las letras criollas y costumbristas de una recién emancipada capital y con un sentido criollo republicano.

 

En 1910, Murillo había sido el primer músico colombiano en hacer grabaciones en los Estados Unidos, aun antes de perfeccionarse el nuevo sistema ortofónico, y en el momento de conocerse éstas (pasillos, bambucos, el himno nacional) en Bogotá, Uribe Holguín organizaba conciertos con música de Fauré, Grieg y Debussy, unos meses después Lalo y Wagner y por último Glinka, Rimsky-Korsakov y Mussorgsky. Las fuerzas quedaban igualadas y la polémica sobre la música nacional se reavivó en la pluma de los intelectuales con el telón de fondo de la Gran Guerra. Las posiciones eran irreconciliables: por un lado Murillo y Guillermo Quevedo, xenófobos y empeñados en universalizar su provincialismo, y por otra parte Uribe Holguín, mejor conocedor de la música europea, pero prejuiciado y desinteresado por la tradición local. Sin embargo, había posiciones más equilibradas, y cuando en 1924 este último gana el Concurso Nacional con una obra nacionalista, compositores ya maduros como Gonzalo Vidal y Luis A. Calvo lo felicitan y comparten su triunfo.

 

En la segunda mitad de la década de los veinte se comienza a transformar el panorama musical colombiano con los intentos de integración política nacional y la consolidación de los medios de comunicación, aviación, periódicos y revistas, luego emisoras, y más tarde la creación del mercado del disco. Éstos y el entusiasmo transformador de los nuevos gobiernos liberales vieron proliferar canciones, danzas, pasillos, música de baile norteamericano (fox-trots, two-steps, etc); piezas de ocasión avivaron el fervor nacional en la guerra con el Perú y al final de la década en la Costa surgieron el porro y el fandango como la contraparte nacional a la reconocida música de baile cubana. Las polémicas entre Uribe Holguín y Antonio María Valencia sobre el Conservatorio Nacional ocupaban los periódicos e hicieron tomar partido a los músicos, pero no afectaron ese arrollador proceso de nuestra música Colombiana.

 

(la academia musical LIRA ROSSINI toma su nombre en homenaje esta agrupación musical ancestral, LA ESTUDIANTINA “LIRA ROSSINI” ya que los fundadores son descendientes directos de los hermanos ROMERO ALVAREZ. Que tomo su nombre quizá en homeaje al maestro Gioacchino Antonio Rossini. y a la LIRA como la representación universal de la música.)

 

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